LA GRAN FIESTA DE LA
DEMOCRACIA
Democracia: en griego, gobierno del
pueblo. Cinco siglos antes de Cristo, en la
ciudad-estado de Atenas, Clístenes y Pericles fueron artífices,sucesivamente,
de una gran revolución que habría de dignificar, aún más si cabe, todo lo que
el genio griego había aportado a la humanidad. Si la Filosofía, las bellas
artes, las letras y las ciencias habían recibido desde Grecia el mayor impulso
de toda la Historia, he aquí que, a partir del acendrado humanismo con que la
cultura griega se impregnaba, el género humano alcanzaba las más altas cotas de
dignidad y grandeza, desde el momento en que, en pública asamblea, podía votar
y decidir en gran medida sobre el destino de su patria. Roma, la primitiva Roma
republicana, consigue alargar en el tiempo todos estos logros, gobernándose a
partir de un Senado, y con el poder dual de los cónsules, elegidos cada año,
como poder ejecutivo. Claro está que en estos sistemas de la Antigüedad nuestra
actual democracia no encontraría parangón, ya que las garantías de hoy nada
tienen que ver con los despóticos poderes de aquellos días, pero piénsese que,
en los tiempos de las tiranías asiáticas, de la barbarie del centro y norte de
Europa, del atraso secular de África y del desconocimiento de América, donde
los indígenas nunca crearon formas similares de gobierno, el intento de griegos
y romanos de dignificar el poder y la administración de sus gentes constituye
un logro impresionante, que se plasmará finalmente en el desarrollo del Derecho
y la eficaz gobernación de un Imperio, en el caso de Roma, que durará casi mil
años, y cuyo legadoes hoy parte de todo el mundo occidental, y aún del
oriental.
Tras los siglos de plomo de la Edad
Media, y de la lenta resurrección de aquella vieja herencia clásica durante el
Renacimiento y las centurias sucesivas, es a partir del siglo XVIII cuando
resurge la idea de que los hombres han de ser considerados libres e iguales
ante la ley, con derechos individuales inalienables, y con capacidad para,
mediante su voto, decidir sobre su propio destino. Estas ideas, propiciadas por
los llamados filósofos ilustrados (Locke, Montesquieu, Voltaire, D’Allembert, B.
Franklin, Rousseau…), se abrirán paso a partir de la Revolución Norteamericana,
que trajo consigo la independencia de las Trece Colonias británicas, y un nuevo
estado con una forma de gobierno que no contemplaba el poder monárquico, sino
un sistema bicameral, un presidente elegido cada cuatro años, y un Tribunal de
Justicia independiente; se consagraba así el viejo anhelo de los ilustrados, de
que el poder fuese fragmentado en tres ámbitos independientes: el Legislativo,
relativo a las cámaras de los representantes del pueblo, el Ejecutivo, es decir
el gobierno efectivo de la nación, que emana de aquellas votaciones, y el
Judicial, en manos de los jueces y de un Tribunal Supremo. La Revolución
Francesa de 1789 trasladará a Europa estos logros, y tras no pocas resistencias
por parte de los monarcas absolutos y de las clases más privilegiadas,
revoluciones sucesivas consagrarán definitivamente el sistema democrático en
Europa, Norteamérica, incluso en algunos países de Hispanoamérica y Asia.
Esta democracia de corte occidental y
con raíz hondamente burguesa evolucionará hacia formas más populares, hasta
alcanzar las cotas de libertad y garantías de lasque hoy disfrutamos. Muy largo
ha sido el camino. Numerosos los intentos de acabar con este sistema, y, a
partir de las sucesivas crisis sociales y las cíclicas del capitalismo,
poderosos intereses económicos e ideologías de corte autoritario y xenófobo se
coaligan para crear el fascismo, y su secuela plasmada el
horror del nazismo, y, desde el otro extremo, esa otra barbarie del comunismo
totalitario. En estos regímenes, el hombre pasa a ser una mera pieza de una
maquinaria que se centra en el Estado, una maquinaria que no permite el
individualismo, la libertad, el pensamiento propio, y que elimina drásticamente
cualquier disidencia en campos de exterminio o infames prisiones. Por fortuna,
ambos movimientos casi han desaparecido de la faz de la tierra, y la democracia,
aún con sus enormes limitaciones y defectos, se abre paso inexorablemente en todos
los ámbitos, a pesar de las nuevas amenazas de los populismos que pretenden
revivir aquellos horrores, y de los nacionalismose integrismos terroristas. Un
dato puede resumir las infinitas ventajas de vivir bajo un régimen democrático:
de los países más prósperos del mundo, y con mayor calidad de vida, no hay uno
solo, salvo excepciones coyunturales, que no viva bajo el manto protector de la
democracia.
Ahora se acercan las elecciones
municipales. Algunos dicen que es la forma de participación más directa, pues
se elige a una persona generalmente muy próxima a los intereses de cada cual. Y
así es, efectivamente; nada hay tan directo como ejercitar el voto con vistas a
elegir a esa persona que va a velar en los próximos cuatro años por la
seguridad, la limpieza, la salud, la educación y la cultura, la distribución y
el comercio, la ayuda urgente, la diversión y el ocio, en suma, por el bienestar
de los ciudadanos. Es esta la ocasión propicia para que nuestros anhelos e
intereses queden reflejados en ese equipo que habrá de tomar las riendas del
pueblo o la ciudad, por eso, como cronista de Benalauría, os impelo a votar, y a
que, en conciencia y con la lógica aspiración de los propios intereses y de los
del bien común, escojáis aquella opción que más acerque a vuestra forma de
sentir, de hacer y conseguir, respetando, a partir del día siguiente de la
propia votación, el dictamen de las urnas. En eso consiste la democracia. En
eso consiste nuestro bienestar. En eso consiste nuestro futuro.
De vuestro Cronista Oficial, 7 de
mayo, de 2015.
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