GENAL
DELENDUS EST
(El
Genal debe ser destruido)
Catón de Útica (Siglo II AC) clamaba
una y otra vez en el Senado romano pidiendo la aniquilación definitiva de la
patria de Aníbal Barca con una frase recurrente que hizo historia: “Carthago delenda est”. En ese mismo sentido,
cada cierto tiempo, sobre todo si es época de pertinaz sequía, frase
emblemática, la clase política y sus técnicos más allegados se empeñanen
anunciar y proponer presas y trasvases desde lo que ellos llaman cuencas excedentarias
a las deficitarias, concepto que vende muy bien y que cala en una opinión
pública angustiada ante una posible falta de agua.
Lo malo de todo esto es que se olvida
algo evidente: el agua no es infinitay por tanto, una vez utilizados todos los
recursos disponibles, es imposible aumentar caudal para una demanda en teoría
siempre creciente. Tal es el caso de nuestra Costa del Sol, hipertrofiada a día
de hoy, con la práctica totalidad de la línea de costa ocupada por una de las
conurbaciones lineales más importantes del Mediterráneo, y con un modelo de
turismo de masas más ladrillo a todas luces agotado.
Y así, leemos hace poco sobre la
necesidad de un trasvase del Alto Genal al sistema de abastecimiento de la
Costa Occidental, como si los caudales de los ríos de Sierra Bermeja y Nieves
(Guadalmansa, Guadalmina, Guadaiza y Verde), que aportan unos 150 Hm3/año, no estuviesen ya interconectados, tanto que en época
de fuertes precipitaciones se hace preciso desaguar el embalse de La Concepción.
Tras la puesta en funcionamiento de estas infraestructuras se ha demostrado que
el abastecimiento a la población está asegurado, y en todo caso existe una
desaladora en Marbella capaz de paliar los posibles déficits.
¿Para qué entonces este nuevo trasvase?
¿Para seguir creciendo de manera casi exponencial en un territorio al borde ya
de la saturación? ¿No sería más idóneo aumentar la calidad de la oferta,
mejorar los servicios e infraestructuras (¡para cuando el tren litoral!), y
diversificar los usos en este espacio para generar un empleo de calidad que
absorbiese al que fue expulsado tras el estallido de la burbuja inmobiliaria?
Por el contrario, el Valle del Genal es
el territorio humanizado con más calidad ambiental de la provincia, y uno de
los espacios más singulares, si hablamos de conservación de paisajes y
biodiversidad, de todo el Mediterráneo. Su variedad litológica (un verdadero
catálogo de rocas, desde las intrusivas a las metamórficas de los Mantos y sus
orlas de contacto, incluyendo las formaciones carbonatadas, mármoles y
dolomías, brechas, conglomerados y areniscas) es solar de numerosos ecosistemas
climácicos, como las series del alcornocal, encinar y el quejigal, el pinar
serpentinícola,criptoseries como la del robledal, así como los bosques de
ribera con saucedas, alisedas, choperas, fresnedas y olmedas,y, por fin, la
joya exclusiva del pinsapar sobre las serpentinas del macizo ultramáfico de
Sierra Bermeja, ya de por sí una montaña digna de la máxima protección, por la
rareza y singularidad del sustrato, y nichode numerosos y valiosos endemismos.
Aunque faltan estudios para tener un
conocimiento más amplio de la avifauna
existen algunos grupos taxonómicos bien estudiados, caso de los vertebrados y
algunos órdenes de insectos. Al ser uno de los cursos fluviales en mejor estado
de conservación de todo el sur, es explicable la variedad de peces ligada a los
cursos de agua, como indicador de la calidad ecológica del río. Además, el buen
estado de conservación de los biotopos hace del valle un lugar ideal para las
aves, que en la época de las migraciones tienen aquí un lugar excelente para el descanso y la alimentación. Dentro de
los mamíferos, otro indicador de alta calidad ambiental es la nutria, el mejor
paradigma faunístico del valor ecológico de un valle de enorme fragilidad y
sujeto a permanentes amenazas. Otros
carnívoros característicos serían el meloncillo, el tejón, la jineta, la
garduña etc., y dentro de los ungulados, el corzo, la cabra montés y el jabalí.
A
toda esta riqueza deberemos unir los aspectos humanos, por cuanto la ocupación
del valle no trajo consigo su alteración sistemática, sino una sabia adaptación
al medio. Los quince núcleos urbanos, de sugerentes y eufónicos nombres,
herencia sin duda de la colonización beréber, se instalan a media ladera, y
allí los campesinos establecieron policultivos arbóreos en mosaicos o bancales
a solana, con irrigación por alberca, o en secano en los nortes, donde el árbol
rey es el castaño, una exitosa formación plagio climácica (más de 4000 Há),
mientras las zonas más abruptas, boscosas o frías se dedicaron a la
silvicultura y la ganadería. Así, lejos de empobrecer o destruir los
ecosistemas, lo que se forjó desde el siglo VIII de nuestra era no fue sino un
paisaje enriquecido y más biodiverso que el que se encontraron los primeros
colonizadores, y un acertado manejo del bosque, los montes y el agua.
Ese paisaje ha pervivido hasta
nuestros días, a pesar de la reciente y dramática crisis demográfica que ha supuesto
la pérdida de más de dos tercios de la población, y por ende, el envejecimiento
progresivo y su corolario de abandono y destrucción de la vieja cultura
campesina de las vertientes. Pues bien; a este territorio casi dejado a su
suerte, empobrecido y con escaso futuro, se quiere ahora privar de su más
preciado bien, es decir, del agua, generadora y eje vital de los ecosistemas y
los modelos de aprovechamiento, o sea, de los paisajes, hoy tan apetecidos, que
estos hombres han sabido conservar hasta nuestros días: trasvasamos su agua al
tiempo que alienamos su porvenir y destruimos su futuro. Arrebatar el agua del
Genal sería prostituir ese espacio singular, bellísimo, puro, a dos pasos de
esa Costa en fase de ser un espacio insostenible. Una actuación brutal, injusta
y despiadada contra aquellos indefensoshabitantes,y de imprevisibles
consecuencias ecológicas, en la línea irresponsable y estructuralista de los
agresivos planes hidráulicos del pasado.
No; el Genal no debe ser destruido. Basta
de anuncios y proyectos que no sean los dirigidos a articular y conservar el
valle más preciado y precioso de nuestra provincia, intentando cortar la
sangría migratoria para sostener, como aconsejan las
políticas europeas, al hombre en la montaña. Abracemos, por el contrario, la
Nueva Cultura del Agua, la que huye del despilfarro y las obras faraónicas y
busca la racionalización y sostenibilidad de los recursos. Esa Nueva Cultura
que no es sino un reflejo de la que practicaron aquellos campesinos, tan
distinta de disparatadas actuaciones desarrollistas que ya no tienen cabida en
nuestras sociedades.