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miércoles, 8 de noviembre de 2017

A los emigrantes de Benalauría en Cataluña

Sabido de todos es que Andalucía es tierra proclive a la salida de sus hijos. Muchos de ellos lo hicieron, algunos para no volver, al País Vasco, a Cataluña, a Madrid, incluso a ciertos países europeos. Benalauría no fue ajena a esas migraciones y, aun cuando la mayoría se dirigieran hacia la cercana Costa del Sol, algunos de nuestros vecinos se instalaron en esos lugares antes citados, especialmente en Cataluña. Allí encontraron su nuevo hogar dos hijos de Francisco Almagro, Los Almenta y los Romero, los Mena, la familia de Pepe Caporro, Joaquín “El Santo” y su gente, los Guerrero Román, y los apodados “Calcetas” (perdonad si me dejo alguno; atribuidlo a la ignorancia, nunca al olvido).

  Abandonaron por necesidad su paisaje, su pequeño campo si lo hubiera, su casa, su pueblo, su familia, sus amigos. En el sitio de acogida se dejaron la piel y, soslayando dificultades y añoranzas, contribuyeron con su trabajo a la prosperidad de esos lugares, mientras veían crecer a sus hijos frente a un horizonte bastante más despejado que el que ellos conocieron en sus pueblos de origen. Este cronista y su amigo Antonio Delgado pudieron comprobarlo y disfrutar de la generosa hospitalidad de Pepe Almagro y su esposa, pues con ocasión de una visita desde Tremp, donde realizábamos las Milicias Universitarias, fuimos recibidos con gran afecto en su bar, en Balaguer, degustando más tarde lo mejor de su carta, y disfrutando a continuación de un paseo por la ciudad y alrededores. Corría el verano de 1971. Pepe y su familia, como el resto, habían prosperado gracias al tesón, al esfuerzo y la perseverancia en el trabajo, y, perfectamente integrados, regentaban un establecimiento modélico en la ciudad leridana.

  Hoy Cataluña pasa por momentos muy difíciles, pero también España.Y ello a pesar de ser una de las autonomías con más renta por habitante, no sólo de nuestro país, sino de Europa.Es sede de grandes empresas, de miles de PYMES, de grandes bancos. Es líder en turismo, y Barcelona se ha convertido en una de las ciudades más importantes del Mediterráneo. Nunca disfrutó de mayor autonomía política, económica y cultural, y sin embargo,tras más de 500 años de unión, pretende la separación de España, paradójicamente el mayor de sus mercados, en un momento en que la globalización, los sistemas de comunicación y la uniformidad cultural se adueñan del planeta, y cuando la vieja Europa derriba las fronteras y los odios que le costaron dos sangrientas guerras que se extendieron por casi todo el mundo.

Basado en una idea exclusivista e insolidaria (de Andalucía son nueve de los diez pueblos más pobres de España), este nacionalismo radical se empeña en el desprecio de lo ajeno y en la superioridad de lo propio, por ello es, en el fondo y en la superficie, profundamente reaccionario. Y en eso estamos; en un conflicto que separa a los catalanes de un signo de otros muchos que se les oponen: Cataluña se ha partido peligrosamente en dos, y así las cosas,el Estado ha tenido que actuar para preservar el orden constitucional. Nadie gana con esta situación, y a la vista están la fuga de empresas y turistas, la caída de las inversiones, y en el plano humano, la quiebra de la convivencia, incluso entre amigos y familiares.

Siento una inmensa tristeza por esa querida tierra catalana donde habitó parte de mi familia, y que me acogió con sus aires de libertad, de esplendor cultural, de progreso, cuando me desplazaba desde el campamento de Talarn hacia aquella espléndida Barcelona, o a los grandiosos Pirineos de Aigües Tortes y del valle de Bohí (¡qué sencilla belleza del románico de la iglesia Tahüly sus pinturas!), de la tierra de Aránode las bravías montañas del Cadí. Hacia los campos amables ylas ruinas romanas de Tarragona, al paraíso mediterráneo del Montseny, a las calas de la Costa Brava…¿Quién se atrevería a decir que la inmensa mayoría de los españoles no amamos Cataluña?¿Por qué nos la quieren arrebatar?

A vosotros, queridos emigrantes de Benalauría, quiero dedicar esta crónica, porque entiendo que necesitáis de nuestro apoyo en estos tiempos de tribulación. No os hemos olvidado. Perseverad en vuestra catalanidad, tan hispana, y pensad que, después de la tormenta, las aguas turbias se tornarán en un remanso que devuelva a esa tierra la convivencia, la justicia y el progreso de todas sus gentes.


De vuestro cronista, José Antonio Castillo Rodríguez. Noviembre, 2017.