Sabido de
todos es que Andalucía es tierra proclive a la salida de sus hijos. Muchos de
ellos lo hicieron, algunos para no volver, al País Vasco, a Cataluña, a Madrid,
incluso a ciertos países europeos. Benalauría no fue ajena a esas migraciones y,
aun cuando la mayoría se dirigieran hacia la cercana Costa del Sol, algunos de
nuestros vecinos se instalaron en esos lugares antes citados, especialmente en
Cataluña. Allí encontraron su nuevo hogar dos hijos de Francisco Almagro, Los
Almenta y los Romero, los Mena, la familia de Pepe Caporro, Joaquín “El Santo”
y su gente, los Guerrero Román, y los apodados “Calcetas” (perdonad si me dejo
alguno; atribuidlo a la ignorancia, nunca al olvido).
Abandonaron por necesidad su paisaje, su
pequeño campo si lo hubiera, su casa, su pueblo, su familia, sus amigos. En el sitio
de acogida se dejaron la piel y, soslayando dificultades y añoranzas,
contribuyeron con su trabajo a la prosperidad de esos lugares, mientras veían
crecer a sus hijos frente a un horizonte bastante más despejado que el que
ellos conocieron en sus pueblos de origen. Este cronista y su amigo Antonio
Delgado pudieron comprobarlo y disfrutar de la generosa hospitalidad de Pepe
Almagro y su esposa, pues con ocasión de una visita desde Tremp, donde
realizábamos las Milicias Universitarias, fuimos recibidos con gran afecto en
su bar, en Balaguer, degustando más tarde lo mejor de su carta, y disfrutando a
continuación de un paseo por la ciudad y alrededores. Corría el verano de 1971. Pepe
y su familia, como el resto, habían prosperado gracias al tesón, al esfuerzo y
la perseverancia en el trabajo, y, perfectamente integrados, regentaban un
establecimiento modélico en la ciudad leridana.
Hoy Cataluña pasa por momentos muy difíciles,
pero también España.Y ello a pesar de ser una de las autonomías con más renta
por habitante, no sólo de nuestro país, sino de Europa.Es sede de grandes
empresas, de miles de PYMES, de grandes bancos. Es líder en turismo, y
Barcelona se ha convertido en una de las ciudades más importantes del
Mediterráneo. Nunca disfrutó de mayor autonomía política, económica y cultural,
y sin embargo,tras más de 500 años de unión, pretende la separación de España, paradójicamente
el mayor de sus mercados, en un momento en que la globalización, los sistemas
de comunicación y la uniformidad cultural se adueñan del planeta, y cuando la
vieja Europa derriba las fronteras y los odios que le costaron dos sangrientas
guerras que se extendieron por casi todo el mundo.
Basado en una
idea exclusivista e insolidaria (de Andalucía son nueve de los diez pueblos más
pobres de España), este nacionalismo radical se empeña en el desprecio de lo
ajeno y en la superioridad de lo propio, por ello es, en el fondo y en la superficie,
profundamente reaccionario. Y en eso estamos; en un conflicto que separa a los
catalanes de un signo de otros muchos que se les oponen: Cataluña se ha partido
peligrosamente en dos, y así las cosas,el Estado ha tenido que actuar para
preservar el orden constitucional. Nadie gana con esta situación, y a la vista
están la fuga de empresas y turistas, la caída de las inversiones, y en el
plano humano, la quiebra de la convivencia, incluso entre amigos y familiares.
Siento una
inmensa tristeza por esa querida tierra catalana donde habitó parte de mi
familia, y que me acogió con sus aires de libertad, de esplendor cultural, de
progreso, cuando me desplazaba desde el campamento de Talarn hacia aquella
espléndida Barcelona, o a los grandiosos Pirineos de Aigües Tortes y del valle
de Bohí (¡qué sencilla belleza del románico de la iglesia Tahüly sus pinturas!),
de la tierra de Aránode las bravías montañas del Cadí. Hacia los campos amables
ylas ruinas romanas de Tarragona, al paraíso mediterráneo del Montseny, a las
calas de la Costa Brava…¿Quién se atrevería a decir que la inmensa mayoría de
los españoles no amamos Cataluña?¿Por qué nos la quieren arrebatar?
A vosotros,
queridos emigrantes de Benalauría, quiero dedicar esta crónica, porque entiendo
que necesitáis de nuestro apoyo en estos tiempos de tribulación. No os hemos
olvidado. Perseverad en vuestra catalanidad, tan hispana, y pensad que, después
de la tormenta, las aguas turbias se tornarán en un remanso que devuelva a esa
tierra la convivencia, la justicia y el progreso de todas
sus gentes.
De
vuestro cronista, José Antonio Castillo Rodríguez. Noviembre, 2017.