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lunes, 29 de marzo de 2021

 

Una crónica (breve) y un soneto




 
Benalauría, abril. 2021. Queridos convecinos:
 
 Una nueva Semana Santa se nos viene con los azahares que surten desde las savias ocultas para perfumar huertos y bancales. Amarillean genistas y escobonales por cerros y laderas. Florecen vincas, maholetos y jaras, ciruelos y cerezos. Leves van los arroyos con sus aguas someras y puras, silba la brisa, se entonan las aves, pasean las nubes sus alburas por caminos de intensos azules. Ellos no entienden de pandemias ni encierros. No saben de prohibiciones ante el peligro tenaz y asesino que nos acecha. Y la sierra entera es como un gigantesco atanor donde se decantan miles de brillos y de aromas.
A sus sublimes y familiares olores, destellos y sones nos acogemos, hermosa paleta sensorial que sintetiza patios de fertilidad, lágrimas de la lluvia, férvidos soles y los pálidos oros de la luna. Un aura que nos eleva hacia esos otros recuerdos de las músicas sacras, de los tronos y los pasos entre claveles y cirios, donde Dios hecho hombre y sufrimiento es paseado bajo el aire de cristal cuando atardece, y las Vírgenes, acunadas bajo un toldo de estrellas, lloran por el Hijo perdido.
 No; este año tampoco podremos. Se nos abre una rendija pero las puertas siguen cerradas, aunque ese impulso que nos dirige hacia las calles, bajo músicas, bajo inciensos, bajo ese sol que ya recupera su fuerza y esa noche que sueña bajo el dulce sigilo de sus sombras, ese impulso, hibernado en meses de angustia e incertidumbre, vuelve de nuevo porque está prendido en la esencia misma de nuestro ser mediterráneo. Ese inmenso hogar de azuladas espumas que ahora regresa a la vida, acunado en su esplendor de diáfanos brillos, y en los vaivenes y ondas donde habitaron los mitos, los dioses y los héroes.
 Volveremos como el azahar tras su destierro de helados presagios. Saldremos a los trinos del alba, al sol poderoso que esculpe la Sierra y el bosque, a los rumores del agua bajo el crisol de la tarde y a las trémulas estrellas. Tornaremos a la emoción de las flores, de las músicas, de la cera. En todas partes, en cualquier ciudad, pueblo o aldea. Como cada año, como cada abril.
Os dejo este mi sencillo soneto para un tan sentido Descendimiento y Entierro que se nos ha hecho costumbre en nuestro pueblo cada primavera. Disfrutad de vuestro merecido descanso en estos días de transparencias y retoños, de espejos y aromas, de esplendentes cielos.
Compartid vuestra vida hasta donde sea posible con discreción, responsabilidad y prudencia.
 
A Cristo, en su descendimiento y entierro
 
Nadie entone la lágrima o el verso
al ver su cuerpo herido y lacerado
colgando de la cruz, mortificado,
la maltratada piel y el rostro terso.
 
Nadie llore su trágico y perverso
final, ni  su  postrer grito angustiado,     
pues muere por llevarse en su costado
todo el dolor que colma el universo.
 
Lo bajan de la cruz. La llama alumbra
la triste escena. El pueblo compadece
sus heridas de muerte y sus horrores.
 
En urna de cristal, cuando atardece,
lo transportan, y luego en la penumbra
descansa Cristo en paz sobre las flores.

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