CRÓNICA DE LA MUJER
Benalauría, marzo, 2021
No seré ni estaré nunca cerca de
ningún extremo de donde pueda caerme. El límite entre el ser y la nada me
aterra por lo que tiene de vacío. Y como Antonio Machado, intento no dejarme
atrapar por las voces de los tenores huecos. Tampoco de las que ahora van de
vicetiples.
Viene esto a cuenta de este tan
manejado Día de la Mujer. Tengo de ellas ancestros campesinos y demasiados
genes de montañas, aguas y arboledas, de los que nunca renegaré. De modo que sé
de sus muchas dificultades. De aquellos días siempre iguales al pie del fogón y
la leña, de la panera de ropa y sabañones, de los animales, de la recolección,
de la prole. Y de sus tardes y noches en soledad mientras el hombre se bebía su
amargura en la taberna.
De ahí venía mi madre, aunque su
vida fuera otra por circunstancias, vida la que hubiera estado atada aunque hoy
ese mundo campesino sea otro, afortunadamente también para la mujer. Sus hijas,
mis hermanas, fueron y son médico y profesora (no me gusta médica como no me
gusta violinisto). Mi mujer, oiga sí, mujer, del latín "mulier" nada
menos, también docente, como mi hija. Tiempos nuevos propiciados por los
grandes cambios en las mentalidades. Tiempos, sin duda, mejores, aunque aún
tengamos que soportar demasiada violencia y muerte a manos de los desalmados.
Hágase justicia y edúquese. Sobre todo edúquese.
Me alegra saber que Helena fuese
el leit motiv de una de las historias más sublimes de la Literatura Universal,
que Dulcinea fuese el bálsamo de la locura de Quijano, que se reconociera el
impagable trabajo de Madame Curie, doble premio nobel de Física y Química. Que
en nuestros días, en las grandes corporaciones haya un creciente número de
mujeres dirigiendo, que una tal Ángela Merkel haya liderado, prudente y
brillante, la Unión Europea, que Ana sea directora de uno de los bancos más
importantes del mundo, que Victoria y María fuesen las neumólogas que me
devolvieron el aliento, que Cari la enfermera o la madre Teresa madruguen cada
mañana alegrando el desayuno a sus enfermos, que María José enseñe a leer a
cientos de infantes sin tregua ni cansancio. Que Julia Roberts nos haya
enamorado tantas veces, como la Streisand o Enma Thompson, que Isenvayeva
volara con el viento, que Diana Navarro sea prestidigitadora del aire, que
Isadora Duncan fluyera como un torrente sobre las músicas inmortales. Que el
mejor gobernante de la Historia de España se llamara Isabel...
Y sobre todo que muchas de mis
alumnas hayan conseguido casi todos sus sueños.
Espero que muy pronto no tengamos
que celebrar el día de, porque todo el año sea el de... la mujer, libre,
realizada, trabajadora, integradora e inteligente. Sin complejos, ni
etiquetas.
Y lo dicho: las vicetiples y las
divas, al teatro.
De vuestro cronista, con
admiración, respeto y fe en el futuro, queridas convecinas.
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