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martes, 17 de diciembre de 2019

YOU’LL NEVER WALK ALONE

Tú nunca caminarás solo, cantan los enfervorizados hinchas del Liverpool a su equipo. Tanto en la derrota como en la victoria, ningún otro grupo sabe arropar a los suyos como con este himno inmortal, cuyo encabezamiento es el lema de la institución, grabado en letras de gloria en las paredes del viejo campo de Anfield.

Nuestro amigo José Antonio cumple 50 años, que dicen son los años de la sabiduría, de la serenidad, de ver las cosas con perspectiva de pasado y de futuro. Menor de dos hermanos, vino al mundo bajo la Plazoleta, tan cerca de Antoñita y Francisquín como de la eterna María Mateos, frente al olor en la amanecida de ese honrado pan nuestro de cada día que Cristobalina, Antonio y sus hijos nos proporcionan, y vecino siempre de Pepe Luis y su gente, delas dos Anita Rodríguez, de Rafalín y Mary Carmen, y del inolvidable Guillermo, de cuya hija Belén es uña y carne. De estudios medios, supo hacerse un hueco como administrativo municipal cuando el gobierno de Begoña, cargo que desempeña desde entonces con eficiencia y honradez.

Un cargo que le hace estar siempre al pie del cañón, a las duras y a las maduras, que lo mismo vale para un roto que para un descosido, para una defunción y funeral, para un nacimiento, para una inscripción en el censo, para un impuesto que explicar, para una tasa que examinar, para un trabajo que ofrecer y controlar, para un presupuesto que calcular, para un pago que realizar, para un ingreso que incluir.

Siempre, tras su mesa, allí veréis a Joséantoñito, con su figura oronda y su amable sonrisa, atendiendo cuatro asuntos a la vez, tres oficios que han llegado, dos llamadas que han sonado, tres visitas que esperan ser atendidas, esperando que, de cuando en cuando, que es casi todos los días, llegue el alcalde Eugenio con ese papel urgente que necesita de su atención inmediata, sin que importen todos esos montones de carpetas y expedientes que necesitan ser resueltos. También, como manijero que es de todo lo que se cuece en el municipio, ha de viajar acompañando a la autoridad para ver qué se puede hacer en Ronda, en algún organismo comarcal, o en Málaga, navegando por las difíciles aguas de la Diputación, intentando que la habitual palmadita en la espalda del presidente o la diputada de área se haga realidad en forma de algún proyecto que venga a paliar las graves deficiencias que en estos pueblos acontecen.

Él sufrió la pérdida cruel y prematura de su madre, y supo paliar el drama familiar con un cuidado exquisito hacia su anciano padre, a quien asistió de manera ejemplar hasta su muerte. Quedose solo, entonces, pues su único hermano vivía y vive junto a la mar sampedreña, aunque nunca lo estuvo, a tenor tanto de las visitas en ambos sentidos de Paco e Inmaculada, como por la amistad que a tantos y a tantas le une; aquélla fue su inevitable desgracia, ésta su suerte, ganada a golpes de ser tan buena persona.

Él sufre como nadie, pues tiene un puesto donde todo se contempla, la situación de aquella familia a la que no le llega cuando acuden las crisis y los Ayuntamientos tienen que tirar de donde no se sabe dónde. Él ve desde su atalaya las faltas de su pueblo, las continuas averías y desperfectos a los que deben acudir siempre, de noche y de día, en la alegría y la enfermedad, con la calor y la escarcha, esos otros dos admirables factótum que son su primo Fran y su amigo Pepe. Él padece diariamente la falta de presupuesto casi para todo, tirando de la serreta suavemente a los munícipes de turno cuando estos ven el vaso medio lleno, cuando en realidad no es que esté medio vacío, es que a veces ni siquiera hay vaso. Él abre e inicia interminables expedientes para las promesas que no llegan o se eternizan: aquel muro, aquella calle, esa plaza, el saneamiento, los cableados, la fibra, el Wi-Fi, y por supuesto, esas dos obras que amenazan con resolverse cuando ya ni siquiera existan los coches: la carretera y el aparcamiento.

Y él observa como nadie el mayor de los dramas que atenaza a los pueblos del interior, y especialmente a los serranos: la creciente despoblación, el abandono de las actividades, del monte y de las tierras, los negocios que no funcionan, el envejecimiento irrefrenable, las casas cerradas que ya no se abren, las calles que se quedan medio vacías.

Esa es su vida diaria y esos sus aconteceres, a los que se añaden su continua colaboración en las fiestas del pueblo, sobre todo en lo que respecta a la Iglesia, donde guarda y expone, viste, adorna y organiza, bajo la atenta e implacable mirada de Isabelina, no vaya a ser que un clavel se haya salido del jarrón, esa vela se apague, la Dolorosa se vea descolocada o Padre Jesús tenga una mancha en la túnica.

También, y por fortuna, sus repetidas visitas a sus innumerables primos Villanueva, y a sus numerosos amigos de toda edad y condición, hogares donde concelebra merendonas de dulces y matanzas, o tal vez festines en los que participa con su acreditado buen hacer en la cocina, en esas interminables tardes del invierno, cuando la falta de luz abre las bombillas y la lluvia extiende su manto de niebla y nostalgia por los cerros y vaguadas del Valle.

Amigo de todos, buen conversador, nunca en él la malicia o la crítica desmedida o el comentario inapropiado. Observa, opina a veces, otras calla, y siempre propone aquella salida, un viaje inesperado, una reunión con pretexto o sin pretexto, con un vaso de vino cuando su salud se lo permite, y una buena comida a propósito de lo que sea, que lo que sea siempre viene bien para estar con la gente, con esa gran familia en que se ha convertido su pueblo entero.

No, amigo José Antonio. No estás solo en este mundo. Tus vínculos son demasiado fuertes, tus quehaceres demasiado imbricados en la sociedad en la que vives, tu dedicación a los demás en permanente actitud, tu sonrisa en generosa prestancia. Termino como comencé: por todo ese trabajo, por todo ese afán y por toda esa amistad, tú nunca caminarás solo.


De tu amigo, don Pablos, Benalauría, a 23 de noviembre de 2019.

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