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miércoles, 4 de septiembre de 2013

CRÓNICA DE LA FERIA DE AGOSTO 2013

CHRÓNICA DE LA FIESTA DE AGOSTO (Este cronista cede gustoso y hospitalario al pícaro don Pablos, que nos visitó este año, la descripción de los festejos acaecidos en la villa, por ello hallarán ustedes palabras y expresiones salidas desde cuatro siglos atrás)
Acontece por la montaña media del Genal que en los primeros días del mes de agosto las gentes de Benalauría se echan a la calle para celebrar a su patrono Santo Domingo de Guzmán. En los festejos del presente año de dos mil y trece, primera jornada, destacaron sobremanera las actividades de los niños en el lugar de “Era Cabezas”, donde se ha dispuesto una especie de patio para juegos de pelota, y al lado una como gran charca para baños y abluciones, donde es moda agora ponerse a tostarse al sol, untándose el cuerpo de afeytes las mujeres por no quemarse. Por la noche, los cantos y zambras de extraña factura y condición que unos moços efectuaron en la Plaza del pueblo, dizque con guitarras e vihuelas y laúdes de rara forma, con sonido commo de las canales cuando la lluvia cae, y con unos atambores y cajas que facían un estrépito mayor que los que la morisma tiene a bien hacer sonar cuando se ponen en camino de guerra y combate. El caso es que los moços y las moças disfrutan de esta suerte de músicas, que un antepasado mío acertó a llamar “chichiritúmbica”, intentando con el nombre expresar el ruido que desta se describe. La noche fue, a mi parescer, un éxito de asistencia,con todo tipo de baile e contorsiones que los dichos zagales facencon sus cuerpos, que más parecen equilibristas de circo que creaturas de buen estar. Son los sonidos rotundos e ásperos, aunque extrañamente armónicos, que dicen algunos que los han visto en el África,y que son parescidos a los que los hombres de color efectúan en aquellas selvas e desiertos cuando van a caçar a las fieras. En el segundo día se dijo la Santa Misa a Santo Domingo, y luego se procesionó la imagen por unos frailes dominicos que, con grande recogimiento y no menos fuerza, portaron a su titular hasta la Plaza, donde el Regidor de la villa, a la sazón don Eugenio Márquez, dio por bienvenidas las fiestas, y dixo que a todos conviene la alegría aunque los tiempos no sean buenos por falta de trabaxo, y explicó que el Ayuntamiento y cabildo facen grandes esfuerços por acudir en ayuda de todos, e que las fiestas, si bien cuestan muchos maravedíes, son una oportunidad para que las gentes de toda condiçion y clase salgan de las sus casas y gasten, e que ansí se favorece el comercio y se crea optimismo con vistas a un futuro mejor. Y luego presentó a un juglar joven y enteco, llamado Francisco José Castillo y Gil, que se licencia agora en quinto año de Historia y Letras en la Universidad de Málaga. El muchacho, bien adereçadode traje, jubón y lazo, tuvo a bien fablar de la fiesta y las emociones que ésta conlleva, que son las que él mismo ha vivido a lo largo de su corta vida, y luego fizo un canto a las bellezas del paisaje serrano de esta tierra, sin faltar esa milagrosa sombra verde que domina el fondo de los valles, por donde el Genal y sus tributarios llevan sus aguas interminables hasta la mar. Començó más tarde la fiesta, con una música más serena que la de la noche pasada, sonidos que recordaban el metal y las cuerdas, de sones alegres y sugerentes en una pieça que llaman “pasodoble”, y que las parejas bailaban con garbo y donosura, y cantaban en la orchesta unas zagalas de magnífico porte y voces limpias como la cercana fuente, y tras la elección de reinas, damas y reyes de la fiesta, hubo divertimento hasta el alba.
El tercer día tuvieron lugar acontecimientos a todas las horas, con las gentes en las barras de las tabernas y figones, los de don Cristóbal y don Juan Manuel, y aún el mesón de don Mariano, bebiendo buenos vinos y unos comistrajos breves, a los que llaman “tapas”, que son commo pequeñas porçiones de guisos y comidas que se dan con el vino, e así éste no se sube tanto a la cabeça, y al cabo del tiempo el comensal está ya ahíto y colmado. Y en la Plaza, el puesto de churros y papas de Joaquín, o el magnífico servicio de un mesonero de nombre Reyna. Dábanse allíguisos y bebidas y refrescos, y cerveza de cebada expelida de unos grifos de los que manaban grandes espumas, e que nunca parescían acabarse, que era cosa de grande misterio para el que escribe esta chrónica. En esas, unos músicos bastante ruidosos, con artilugios parescidos al clavicordio, efetuaban sus cantos paras las gentes que, con regocijo extremo y llevados por los efluvios de Baco, facían sus zambras hasta bien entrada tarde. Entre tanto, en el lugar del Bailadero se corrían caballos, cuyos caballeros debían ensartar unos como pinchos en argollas de las que pendían unas cintas de colores: aquel jinete que más cintas truxera serían el afamado campeón de aquel insólito e incruento torneo. La noche de este día es siempre la más larga, y cuando el alba, los zagales y zagalas se ponen sus atavíos de moros y moras, e de christianos, e bailan ya con el sol en la calle una pieça que llaman “Paquito el Chocolatero”, que es música de la tierra de Valencia, alegre y chisposa, que al parescer tocan en aquel Reyno cuando celebran fiestas similares a la que nos ocupa. No es extraño ver en esa algarada a los proprios actores que ese día deben facer sus papeles dramáticos, y el director se empeña siempre en echarlos a dormir porque descansen un poco, sobre todo a los más recalcitrantes, como un tal Tomi, que huye de la cama como el gato del agua, y otros y otras de igual condición, que gustan de juntar el día y la noche sin sueño de por medio, cosas de la edad, dada en non cesar en el jolgorio. Y llega por fin momento de los Moros y Christianos, el más esperado, centro y colofón de estos festejos. Ese día, cuando el sol sale poderoso por las sierras a Levante, el aire parece detenerse en este rincón de la Tierra de Ronda, y como suspendido entre las agrestes laderas donde los castañares y chaparrales se asientan, envuelve cálido y acogedor al entramado blanco de casas que se derraman desde el cerro del Olivo hacia la vaguada de Las Veguetas. El pueblo, silencioso por un momento tras la noche larga de farra y grímpolas, se despereza lentamente (quien se hubiere acostado, que son los menos), cuando la Banda de Algatocín desfila con sus fanfarrias y trompetas y atambores por las empinadas calles. Tocan aires festivos o solemnes, y a veces se interrumpen por tomar una copita de aguardiente que algunos vecinos les sacan, o servidas por losmayordomos de música, Paco del Castillo y Pepe Loras, antes de llegar al lugar de Plazoleta, donde vivía el inolvidable Francisco Guerrero y de las Viñas; entonces se aprestan, sacan partitura y tocan, a petición del vecino al que llaman Antoñito el de Rafaelín, el pasodoble “Nerva”, que sonó aquella mañana con tal pureza, precisión y armonía, que los viejos ladrillos de aquel recinto, y quién sabe si alguna ánima, parescieron conmoverse y llamar a los presentes a un sentido y respetuoso silencio. La mañana de los moros es un caos de organizadas y sincrónicas actitudes, pues el gentío es de tal magnitud, que se hace muy difícil organizar las idas y venidas, los saltos y carreras, los combates y parlamentos, en fin, la grande algarabía de proprios y extraños, y sin embargo, la acción se desarrolla casi improvisada, tal vez porque cada cual saca lo mejor de sí mismo para que todo funcione. Ansí, las limpiadoras, que ponen a punto los espacios de la interpretación, o Pepe y Francisco, responsables una especie de machina con unos auriculares o pinchos de oreja que amplifican los sonidos de tal manera, que non hay rincón en el pueblo donde no se oiga la conversación y las músicas;apréstase, siempre eficaz, el apuntador, Antonio el de las Viñas. Tal es luego la limpia voz de Reme, la chronista, o el garbo de Gaspar, el embajador IbnQusman, acompañado de sus escuderos Antonio Andrés y su jovencísimo hijo, el entusiasta ordenanza Pedro Javier, o las asustadas mujeres, doña Inés y doña Beatriz, la genial arenga de Jaime, el muecín Al Qurtisí, y en fin, de los soldados de la milicia, comandados por Salva, Benjamín, Enrique, Dani, José María, Curro, Manolín y Saúl, entre otros más jóvenes,agora con sus blancas camisas y coloridos chalecos, y las mujeres christianas, que se adornan de bellos trajes recién confeccionados, o la morisma, con esas hermosas mujeres veladas y adereçadas por el “atrezzo” Jesús,que intuyen ojos profundos y nacaradas mejillas, o los moros aguerridos, los llamados en christiano Rafa, Jesús, Aurelio, padre e hijo,Crisanto, Chiquitín, Nene, y tantos otros que son legión y non se pueden enumerar aquí. Tras la primera parte, vuelve el festín a los mesones y la Plaza, agora con los sones de unos músicos de Rute, que non descansan un minuto de sus cantos y pieças hasta que la tarde cae, y con ella también los ánimos y las fuerças de artistas, mesoneros y feriantes.
Por la tarde, con las últimas luces, los organizadores dan los últimos toques a tracas y petardos, a velones y antorchas, a banderolas y doseles. Comienza la acción con la gente en espera, pues el alcaide de la villa, don Sergio Márquez, ha ideado una estratagema para recuperar la iglesia y su imagen. Tendríais que ver la oración del Capitán, don Tomás Rodríguez, la angustia de la madre de los niños, doña Pilar, el gracejo del pastor Pepe “Pisha”, y la batalla del Ayuntamiento, envuelta entre el humo y el tronar de la pólvora. Llega don Miguel, el oidor, con paje la milicia a caballo, Oliver yJavi, soberbios y airosos, y por fin, el inimitable Cristóbal, IbnXamais, con su elegía emocionada, con su despedida sublime, con su serena y a la vez apasionada descripción del paisaje que sus padres le legaron, y que ahora debe abandonar con muchos de los suyos, por no traicionar su tradición y su pasado.
Las buenas gentes que asistían al espectáculo guardaron un piadoso silencio al terminar el Q’aid, y al poco prorrumpieron en aplausos, generosos y sostenidos. Fuesen con la emoción contenida tras el Santo hasta la Iglesia, cuando las luces rosadas de lanoche posaban sus dedos delicados sobre las sierras lejanas. Quedóseen paz el pueblo y dispuesto a apurar los últimos tragos de su fiesta, tranquila La Plaza, rotos los cuerpos, apaciguado el afán, vacíos los bolsillos. Al fin, en los estertores de la noche, surgieron los truenos de la gran tormenta de la traca final, ese microcosmos de estallidos, chispas y humaredas, que parecen querer llevarse todos los felices momentos vividos, todos esos instantes de sensaciones y emociones, en una combinación de efímeras luces y rugidos, tras de los que no quedan ya sino los despojos requemados colgando de los alambres, el cansancio del gentío y la nostalgia de una feria ya acabada, último instante vivido, y primero de un tiempo por venir, a la espera de la gran fiesta de 2014. Don Pablos En Benalauría, a seis de agosto, del año de Nº Sñr de dos mil e trece años Con licencia del Rey y su Gobierno, e no conteniendo cosa alguna contra la fe y buenas costumbres, imprímase Rúbrica: Fray Diego de la Buytrera, O.D.

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